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EL BÁCULO DEL OBISPO: Amor misericordioso e inagotable
Linda Oppelt

EL BÁCULO DEL OBISPO: Amor misericordioso e inagotable

By Bishop James R. Golka

"Les daré un corazón íntegro e infundiré en ellos un espíritu nuevo: les arrancaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que sigan mis leyes y pongan por obra mis mandatos; serán mi pueblo y yo seré su Dios”. — Ezequiel 11:19-20

Tal vez haya leído, o leído a sus hijos o nietos, el libro de C.S. Lewis “El león, la bruja y el ropero,” o quizás haya visto la película con un sobrino o sobrina. Si es así, sabrá que al final de la historia hay un momento crítico en el que Aslan el León, que representa a Jesucristo, devuelve la vida a todas las criaturas que la Bruja Blanca había convertido en estatuas.

Así es como Lewis describe lo que el pecado nos hace. Estar atrapado por el pecado puede sentirse como estar convertido en piedra. El pecado nos quita la libertad, como si nos convirtieran en una estatua. El pecado tiene una manera de atraparnos para que no seamos libres de participar en las cosas buenas que Dios quiere para nosotros.

¡La buena noticia es que hay esperanza! En la historia, Aslan sopla sobre las estatuas y devuelve la vida a las criaturas convertidas en piedra. Lewis escribe: “Por todas partes las estatuas cobraban vida. y el patio ya no parecía un museo; más bien recordaba a un zoológico. Las criaturas corrían tras Aslan y danzaban a su alrededor en tal cantidad que éste quedó casi oculto en medio de la multitud”.

Aslan no sólo libera a las criaturas convertidas en piedra, sino que tiene un plan mayor. Los reúne a todos para luchar junto a él contra la Bruja Blanca y liberar a Narnia de la maldad de su tiranía.

¿No es esto lo que hace nuestro Salvador y Hermano Jesús? Él nos restaura e infunde vida en los lugares donde el pecado nos ha atrapado. Él nos sana y nos libera para que dejemos de ser esclavos del pecado. Y al igual que Aslan lleva a las criaturas liberadas a la batalla, Jesús también nos lleva con él a la tarea de luchar contra el demonio. El primer paso, sin embargo, es buscar el perdón y la reconciliación con él, “dejar de ser estatuas”, por así decirlo.

Este Domingo de la Divina Misericordia, tenemos una oportunidad increíble de encontrar a Nuestro Señor en la confesión, el humilde sacramento de la misericordia. En el sacramento de la Reconciliación, entramos en relación con la persona misma de la Misericordia. El Señor sale a nuestro encuentro en nuestra pecaminosidad, nos purifica con su sangre y nos abraza en el océano de su amor, su caridad.

Un aspecto importante del sacramento de la Reconciliación es esta caridad. Estamos llamados a extender este perdón y misericordia a los demás. Cuando nos reconciliamos con Dios, él también nos llama a estar en comunión con los demás. Cada domingo (¡y ojalá todos los días!), cuando rezamos el padrenuestro, la oración que Jesús nos enseñó, pedimos al Señor que “perdone nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Estamos llamados a ser embajadores de la misericordia, extendiendo el perdón a cualquiera que nos haya hecho daño, así como buscando la reconciliación con cualquiera a quien hayamos herido por nuestro pecado.

Muchos católicos no saben que uno de los preceptos de la Iglesia es confesar nuestros pecados al menos una vez al año. Esto es más que una “norma”. Es un modo en que la Iglesia nos invita a profundizar en nuestra relación con Jesús y a eliminar los obstáculos que nos impiden crecer en unión con él. Tanto si hace un mes como si hace treinta años que no se confiesa, lo invito a que en este Tiempo Pascual se reconcilie con Dios, con la Iglesia y con su prójimo en el sacramento de la Reconciliación. ¡Jesús tiene sed de usted!

Todos tenemos una oportunidad especial de experimentar esta unidad con nuestro humilde y caritativo Jesús. Por favor venga a la celebración Diocesana de la Divina Misericordia este domingo 7 de abril en la Catedral de Santa María. Tendremos numerosos sacerdotes disponibles para escuchar confesiones a partir de la 1:30 p.m., con Misa a continuación a las 3 p.m.

Además, tenemos un privilegio poco común en nuestra Diócesis. Aparte de los horarios regulares para confesarse en nuestras parroquias, también tenemos la bendición increíble de tener confesiones disponibles de lunes a sábado, de 11 a. m. a 8 p. m. en el Centro Católico del Citadel Mall aquí en Colorado Springs. Jesús no sólo lo espera en el sacramento de la Reconciliación, en Colorado Springs lo espera a una hora conveniente para usted.

Nuestro Señor Misericordioso ha bendecido a nuestra Diócesis con amplias oportunidades para experimentar el perdón, para transformar los corazones de piedra en corazones de carne, para entrar en la Divina Misericordia. Mientras celebramos la gloria de la Resurrección en este Tiempo Pascual, mi oración por cada uno de ustedes es que encuentren verdaderamente al Señor en su amor misericordioso e inagotable por ustedes.

 (Traducido por Luis Baudry-Simón.)

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