EL BÁCULO DEL OBISPO: Dios desea venir a nosotros en la Eucaristía
Saludos, hermanos y hermanas en Cristo. Me siento humilde y contento de ser llamado a servirles como obispo. Gracias por la amable bienvenida y especialmente por su apoyo orante.
Mi primera impresión de nuestra Diócesis de Colorado Springs es que Dios está obviamente obrando de muchas maneras. Estoy agradecido por el ministerio de tantos sacerdotes, diáconos y religiosos dedicados. Estoy quizás más impresionado por el testimonio y el servicio fiel de tantos laicos dedicados y dotados. Por favor, sepan que los guardo a todos en mis oraciones diarias. Honestamente, estoy impaciente de ver lo que Dios tiene reservado para nosotros. Juntos podemos esperar y esperar que Dios cumpla los planes de Dios si solo confiamos y lo permitimos.
Al llegar a nuestra diócesis, me di cuenta de la preocupación de muchos en cuanto a la dignidad de algunos políticos para recibir la Sagrada Comunión. Por ejemplo, si un político apoya públicamente el aborto o la pena capital, ¿pueden presentarse a recibir la Comunión? Este es ciertamente un tema importante y afecta a la Iglesia de muchas maneras. Desde que me convertí en su obispo, tengo que confesar que mi enfoque ha cambiado un poco. Me parece que es algo fácil y “seguro” señalar a los demás y hacer un juicio sobre si los considero dignos o no de recibir a nuestro Señor en la Eucaristía. La tarea mucho más difícil es mirar dentro de mí y preguntarme cómo me estoy preparando para recibir a nuestro Señor en la Misa. Me parece que esta podría ser una pregunta más importante. En las próximas semanas espero explorar varias formas en las que podamos entender mejor lo que sucede en la Misa y las formas en las que podría estar mejor preparado para este evento de la Comunión con Cristo.
Me gustaría recordarnos que mi predecesor, el obispo Michael Sheridan, publicó una carta pastoral muy útil sobre la Eucaristía el pasado diciembre, “Un hambre por el pan de vida”. (Puedes encontrar este documento en diocs.org. Hagan clic en el enlace a “Herald” y busquen “A Hunger for the Bread of Life”). Siguiendo el tratamiento del Catecismo de la Iglesia Católica, el Obispo Sheridan habló de la Eucaristía como alimento, como banquete, como fiesta de alianza, como sacrificio, como memorial y como presencia real de Cristo. Hizo esto para enfatizar qué regalo es la Eucaristía para nosotros y para animar a los católicos a regresar en persona a la Misa tan pronto como esa opción estuviera disponible para nosotros nuevamente. Desde entonces, de hecho ha estado disponible y los católicos han regresado a nuestras iglesias en gran número.
Hoy sólo quiero destacar un aspecto de la Eucaristía que podría ayudarnos. Es fácil para nosotros asumir que venimos a Misa porque es una cuestión de hábito o rutina para nosotros, y estas cosas son importantes. Pero la realidad espiritual es mucho más profunda. De hecho, venimos a la iglesia no porque simplemente lo decidimos, sino porque el Espíritu Santo primero nos ha impulsado e invitado. Venimos porque el Espíritu Santo nos ha convocado. Si Dios nos está llamando a algo —¡podemos estar seguros de que lo que estamos llamados va a ser muy bueno para nosotros! ¿Somos conscientes de esto y estamos agradecidos por ello?
Temo que demasiados católicos crean que la fe está relegada a mi búsqueda y a mis esfuerzos por encontrar a Dios. La revelación bíblica es mucho más emocionante. La fe no es tanto mi esfuerzo por encontrar y experimentar a Dios. Nuestra fe es la maravillosa verdad de un Dios siempre fiel que viene en busca de nosotros. Dios desea profundamente la comunión con nosotros. Esta es la historia de por qué Cristo vino a nuestra humanidad. En Cristo vemos a nuestro Dios que viene en busca de nosotros para encontrarnos, sanarnos, redimirnos y salvarnos.
Hoy nos invito a darnos cuenta de que la Misa es un evento de Dios que nos encuentra. La Misa es el escenario para el encuentro y la experiencia de la comunión con Cristo. Cuando vengo a Misa me pregunto: “¿Qué he hecho para estar más preparado para experimentar la comunión con el Dios que me hizo?”. Una imagen que podría ayudar es imaginar a una novia y un novio mientras se preparan para el día de su boda. Durante su boda se entregarán el uno al otro en el amor. Esa entrega crea un evento de comunión. Esa comunión cambia su identidad. Ya no son dos, sino una sola carne.
La misma dinámica sucede en la Eucaristía. Cristo se entrega a nosotros. Cristo también nos invita a entregarle nuestras vidas. Esta es la comunión para la que debemos prepararnos. Vengan a Misa este próximo domingo sabiendo que Dios los ha convocado allí. Vengan a la Misa listos para estar unidos a Cristo de tal manera que nuestra identidad será cambiada. Tenemos la oportunidad de compartir la vida misma de Dios. ¿Estaremos preparados?
(Traducido por Luis Baudry-Simón)
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